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ToggleSíndrome de la impostora ¿Cómo saber si lo tengo?
Si alguna vez has tenido pensamientos sobre ti mismo/a como, por ejemplo, “no valgo para esto”, “no soy tan buena como piensan” o “he conseguido X por suerte”, entonces, te doy la bienvenida al síndrome de la impostora. También se conoce como el síndrome del fraude y aunque no afecta únicamente a las mujeres, sí es más frecuente que en los hombres.
Se caracteriza por tener la sensación constante de que se está engañando a los demás, que lo que se ha conseguido ha sido por pura suerte y no por el esfuerzo, sacrificio, perseverancia, cualidades, etc. Que ese logro no es merecido y que se está arrebatando X (un puesto laboral, por ejemplo) a otra persona más preparada para ello y con más méritos.
Este síndrome lleva a que se cuestionen las habilidades propias y esconde un miedo enorme a que se descubra el verdadero “yo”, ese “yo” que es un fraude y que no es suficiente. Por tanto, está mantenido por creencias irracionales, vamos a tratar de identificarlo a través de este artículo.
¿Cómo identificar el síndrome de la impostora?
– A pesar de tener experiencia, formación y conocimientos en una área, dudo de ello, de que lo que sé es válido. Esto me lleva a cuestionarme y a empezar a leer, formarme y buscar validación externa.
– Atribuyo a algo externo lo que necesito para sentirme mejor profesional. Tengo la sensación de que voy a encontrar ese recurso (máster, curso, libro, etc.) que me va a proporcionar la sabiduría necesaria.
– Atribuyo cualquier éxito o logro que consigo a la suerte, a que era muy fácil o a que es algo que consigue todo el mundo. Resto valor y dejo de lado la importancia de las propias habilidades, el esfuerzo, etc.
– Siento que no puedo cometer ningún error y que, si lo cometo, es porque no sirvo. Busco la perfección y dejo totalmente de lado la idea de que todos nos podemos equivocar.
– Cuando hay situaciones que me requieren un mayor esfuerzo del que debería requerirme, me frustro y siento que no valgo para esto.
Distintas modalidades del síndrome de la impostora:
Según el tipo de creencias, podemos identificar distintas modalidades:
– La experta: nunca voy a estar lo suficientemente preparada y dudo constantemente de mis conocimientos y capacidades. Esto me lleva a entrar en un bucle de formación con libros, conferencias, cursos, etc.
– La perfeccionista: mi nivel de exigencia es desproporcionado y me pongo metas muy altas o incluso inalcanzables, lo que me genera una constante sensación de frustración, de que no soy suficiente o no soy capaz.
– La “todoterreno” o superwoman: quiero demostrar que puedo con todo, sola, y me responsabilizo de cosas que no me corresponden. Veo el pedir ayuda como una muestra de debilidad y me genera una sensación de sobrecarga constante.
– La genia: los fallos no están permitidos y las cosas tienen que salir perfectas a la primera. Además, lo comparo con el pasado y si, por ejemplo, cuando era pequeña necesitaba poco esfuerzo para obtener buenas notas, pero ahora necesito esforzarme más o no lo consigo a la primera, pienso que ya no sirvo para esto, me frustro y tengo un autodiálogo destructivo.
¿Cuál es el origen del síndrome de la impostora?
Este síndrome es un reflejo de nuestro autoconcepto, de qué imagen tenemos de nosotros mismos, y está muy relacionado con la inseguridad y la falta de confianza propia, es decir, con la autoestima. En general, suele aparecer en situaciones novedosas que no hemos afrontado antes, pero también puede mantenerse en el tiempo, y que siga apareciendo por mucho que me exponga y enfrente dicha situación.
En ese caso, muy posiblemente esté relacionado con el perfeccionismo y con la autoexigencia que, a su vez, se relacionan con haber tenido unos progenitores muy exigentes y un estilo educativo basado en la exigencia y en el sacrificio, o en el que el reconocimiento se ha enfocado más en el resultado que en el propio proceso.
La autoexigencia, el perfeccionismo y el diálogo interno basado en la autocrítica se utilizan como herramientas para intentar compensar esa sensación de no ser suficiente y esto genera una rueda:
– Parto de la base de que cuanto más me esfuerce y exija, más lo voy a conseguir.
– Esto me lleva a hacer cosas, pero dejo de lado otras cosas importantes como el descanso, el parar.
– Hacer cosas sin descanso lleva a que el cuerpo se canse, esto genera malestar y, entonces, aparece la procrastinación.
– La procrastinación me lleva a sentir que estoy fallando porque, claro, he dejado de hacer cosas y aparecen pensamientos del tipo “soy una persona vaga, no valgo”.
– Esto, de nuevo, me hace conectar con la idea de que, para valer, tengo que exigirme y esforzarme al máximo. El resultado es que siento que todo iría mejor si dejase de procrastinar, lo que me lleva, nuevamente, al hacer, hacer y hacer sin descanso.
¿Cómo manejar el síndrome de la impostora?
A continuación, os dejo algunos tips que pueden ser útiles para mejorar la autoestima y que esto permita manejar y dejar atrás el síndrome de la impostora:
– Generar un distanciamiento. Separar esa impostora del yo real, verla como una parte de mi pero no como algo que me describe y me representa. Puede ser útil darle forma, ponerle imagen, voz, etc.
– Análisis. Cuestionarme si eso que me dice esa parte impostora es algo que había escuchado anteriormente, dónde y de parte de quién. También mirar en qué situaciones o frente a qué personas aparece.
– Autodiálogo. Trabajar en mi voz interior, en lo que me digo a mí mismo/a, de forma que el diálogo interno sea mucho más autocompasivo y amable.
– Tolerancia a la frustración. Prestar más atención a los aprendizajes que obtengo, a qué me llevo de las situaciones, independientemente de que lo haya conseguido o no.
– Celebrar los éxitos. No restar importancia ni valor a aquello que consigo, dejar de atribuir los éxitos a la suerte o a lo fácil que es conseguirlo. Aprender a compartir, a celebrar y a reconocer los propios logros.
– No compararse. Trabajar en compararse única y exclusivamente con uno/a mismo/a, en el reconocimiento propio, ¿qué he conseguido en este tiempo?
Recuerda siempre que tu valor como persona no depende de los éxitos que hayas conseguido. Pero llegar a este punto a veces es complicado… si te identificas con todo lo que hemos estado comentando, no olvides que los profesionales de la salud mental estamos para acompañarte en este proceso.
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