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conversaciones incómodas
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¿Cómo tener conversaciones incómodas?

20 de marzo de 2024

¿Cuántas veces has necesitado tener una conversación incómoda o difícil con alguien y lo has dejado pasar?

Tener conversaciones incómodas no es una tarea fácil. Conviene tener en cuenta qué queremos decir, cómo lo queremos decir y por qué queremos decirlo. Sin embargo, estas preguntas, inevitablemente, nos conectan con algunos de nuestros peores temores: el miedo al rechazo y al abandono, el miedo al cambio, el miedo a herir a los demás, el miedo a equivocarnos… Nuestro cerebro, que siempre aboga por la conciliación y la evitación del conflicto, nos manda señales para que postpongamos ese diálogo peliagudo, pero al final, nuestras emociones incómodas siguen resonando ahí dentro y llega un momento en el que no podemos más: llega el famoso “tenemos que hablar”.

En el peor de los casos, el hecho de seguir dilatando en el tiempo esas conversaciones incómodas y de callarnos aquello que nos enfada, acaba explotando como si metiésemos una gaseosa en el congelador. Y es que, aquello que nos callamos tiene que acabar saliendo por algún lado y es mejor que estemos preparados para ello.

Primero, lo importante: ¿Qué queremos decir?

Las conversaciones incómodas o difíciles pueden abarcar sobre muchos temas y situaciones, pero podemos poner algunos ejemplos más representativos:

– Decirle adiós a alguien: una pareja, un amigo que ya no nos aporta nada…

– Decirle a alguien que una de sus actitudes nos ha molestado y queremos que la cambie.

– Pedir explicaciones a alguien, cuando ha hecho algo que no hemos entendido y nos ha molestado.

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– Decir que no ante peticiones de terceros.

– Pedirle a otra persona que nos preste más atención, explicándole que necesitamos más de él o ella.

– Pedir que nuestros derechos y necesidades se tengan en cuenta.

– Expresar malestar o disconformidad.

– Decirle algo a alguien que sabemos que le va a herir.

Y podríamos seguir añadiendo muchos más ejemplos y la lista sería infinita, pero al final, todos estos ejemplos tienen algo en común y es que requieren grandes dosis de asertividad para ser resueltos. Sí, asertividad. ¿Y qué significa esto? Pues ni más ni menos que la capacidad de expresar nuestros sentimientos y necesidades sin herir al otro.

Pero al final, la asertividad no se trata sólo de una habilidad para comunicarnos, sino también de la capacidad de empatizar con el otro y con nosotros mismos, escuchando nuestro mundo interior.

Segundo: ¿Por qué queremos decir esto?

Aquí conviene que hagamos un ejercicio de autoconocimiento y comprendamos exactamente por qué necesitamos ese cambio del otro. Por ejemplo, una persona que necesite pasar mucho tiempo con su pareja y que su pareja no salga con sus amigos, tendrá que revisar si esta petición esconde una inseguridad latente por parte de él.

 

conversaciones incómodas o conversaciones difíciles

 

Al final, las peticiones que hagamos a los demás, serán legítimas siempre y cuando también nos responsabilicemos de nuestras heridas emocionales y trabajemos en sanarlas.

Por ejemplo, podemos explicarle a nuestra pareja que si pasa todo el fin de semana con sus amigos y no nos dedica ni un rato libre, nos sentimos poco valorados y nos gustaría algo más de atención, entendiendo que su tiempo con amigos también es importante. Por el contrario, no deberíamos pedirle que deje de salir con sus amistades, ni tampoco callarnos y enfadarnos después.

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¿Cómo tener conversaciones incómodas o difíciles con alguien?

Las conversaciones incómodas muchas veces, no sólo son incómodas por el contenido de lo que tenemos que decir, sino por las consecuencias que ello genera en la otra persona y las discusiones y malentendidos que se acaban creando.

Un error que solemos cometer es el hecho de juzgar, atacar o calificar negativamente la forma de ser de la otra persona, de modo que él o ella automáticamente se ponen a la defensiva, atacándonos también o negando lo que decimos.

Esto es así, porque automáticamente nos sentimos ofendidos y reaccionamos, sin tratar de escuchar a la otra persona y ponernos en su lugar. Una forma de contrarrestar esto, es utilizar lo que llamamos en terapia “los mensajes del yo”, que consisten básicamente en desviar el ataque hacia la otra persona, centrándonos en hablar desde nuestros sentimientos. Te lo explico en tres pasos:

1. En lugar de juzgar la actitud o conducta del otro (“vas a tu bola”, “pasas de mí”), intenta definir su conducta en términos operativos, sin entrar a realizar juicios de valor, por ejemplo: “Este fin de semana no hemos hecho nada juntos”.

 

conversaciones incómodas

 

2. Después, explícale cómo te hace sentir y cómo te afecta su conducta. Piensa que, si le hablas de su actitud siempre se puede poner a la defensiva, pero si le explicas cómo te sientes no puede rebatir tus argumentos porque los sentimientos de cada uno son personales y únicos. Ej: “Cuando haces planes y no me avisas, yo me quedo sin planes que hacer porque había organizado mi tiempo para estar contigo”

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3. Ofrece una alternativa en la que ambos os sintáis bien. Ej: “No me importa que quedes con tus amigos, pero intenta avisarme y así yo también hago planes. Aun así, me gustaría que también hiciéramos algo juntos cada finde”.

Esta técnica es muy útil para tener conversaciones incómodas y multitud de situaciones, así que no dejes de ponerla en práctica. Por último, ten en cuenta que muchas veces somos reacios a poner límites a los demás, por miedo a que nos abandonen o se enfaden, pero esto es un grave error porque quien nos quiere de verdad, debería entender nuestros límites y sentimientos y tener en cuenta nuestro bienestar.

Piensa que en una comunicación, no se trata de ganar o perder, sino de que ambos os sintáis respetados, valorados y tomados en cuenta por el otro.

 

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